febrero 28, 2008

vientos - faldas : lluvias - buses



Dentro de la biblioteca no se escucha un solo ruido del exterior. Todo es un bullicio interno de cerrar de libros, de risas acalladas por la obligación del silencio, de pasos que suenan rápido, como una taquicardia del suelo que, de repente, tiene prisa por llegar a algo. La vista sube hasta encontrar cuerpos, rostros, sonrisas. Los pliegues de las faldas ondean lento, cambian con la rapidez de los médanos, como si sufrieran la metempsicosis de un viento invisible. Al fondo, otras faldas aceleran su movimiento. Desde lejos se pueden observar como una ola que choca con los peñascos, llegan a estrellarse en los médanos cercanos, pero no los modifican; lentamente se adaptan y el agua se convierte en arena, los pliegues van tomando la lenta forma de las montañas, el viento se lleva algo de ellas. Aún así, son alegres. Mientras sales del lugar, el ruido del exterior aparece. Contra los ventanales se estrellan grandes gotas de agua que -demoras en darte cuenta- se han convertido en hielo. En la entrada se agolpan muchos esperando que la lluvia amaine, pero los golpes cada vez se sienten más fuertes en los oídos. Se acerca esa chica con la falda alegre, aquella que corría a uno y otro lado; aquella que siendo ola o médano mantenía la alegría; aquella que se mantiene de pie a tus espaldas; aquella que espera que el temporal cese. En un arranque de decisión, sale corriendo bajo la lluvia, con un cuaderno abierto sobre su cabeza. Intenta evitar los charcos de agua dando pequeños saltos a derecha e izquierda, pero a los pocos pasos sus zapatos están llenos de barro. Su falda ya no se mueve como antes, la lluvia la hace ver cansada, pesada, fuera de lugar. Los colores vivos de las flores ahora parecen más grises, demasiado expuestos al sol, con una monótona monocromía. Lees el nombre de tu calle, ves tu bus desde lejos. Con mejor suerte que ella, logras vadear los –ahora - pequeños lagos de agua que se han formado en el piso. Tomas los audífonos y miras a través del vidrio: la música empieza. Mientras el granizo sigue golpeando las ventanas, la dulce voz de Aimee Mann cantando “Driving sideways” disuelve el ruido exterior. El bus se detiene, un semáforo quizá. Junto a tu ventana pasa nuevamente ella. No sabes si es la música, las gotas que resbalan por el vidrio o el calor pacífico y húmedo del bus, pero los pliegues se mueven otra vez alegremente, a cada paso salpican agua que gira en mil vueltas hasta caer al piso. Una gota se aferra con todas sus fuerzas a la tela pretendiendo mantenerse ahí hasta evaporarse después. Las hojas del cuaderno toman formas onduladas, parecidas a los cabellos de las mujeres cretenses. Los pliegues tienen unos bellos movimientos pesados. La imagen parece una escena de Eric Rohmer puesta en cámara lenta. Subes la mirada y los ojos se encuentran. Ella sigue caminando y te sonríe. Tú sonríes. El semáforo cambia y su imagen desaparece en el borde de tu ventana. Dos segundos de silencio se agolpan en tu oído como personas bajo un techo escapando de la lluvia. Aimee Mann comienza nuevamente: “Now that I've met you / would you object to / never seeing each other again”. Cantas recordándola. Volviendo a ver la falda moverse. En el minuto 3:10 alguien se sienta junto a ti. Es un hombre grande, vestido con corbata y saco de paño, un poco mojado por la lluvia. Escuchas nuevamente la canción pero ya no llega ninguna imagen. Descubres que la has olvidado. Decides que es mejor. Vuelves a la música y mueves tu pie al ritmo de la canción: “Just don't work your stuff / because I've got troubles enough / no, don't pick on me / when one act of kindness could be deathly”.

febrero 06, 2008

¿volare o no volare?... di blu, pinto di blu



Recomendación No 1:NUNCA lean a Palahniuk antes de tomar un vuelo.

Tres años atrás decides que ya ha pasado el tiempo, que los tickets de bus entre ciudad y ciudad ya han sido suficientes. Revisas tu libreta de récords y subrayas el viaje por tierra de 42 horas (resultado de un bus que cayó al abismo, dos derrumbes en la carretera y un fallo mecánico), te prometes que no volverás a intentarlo. Revisas tu cuenta y el dinero es suficiente para tomar un vuelo, así que llamas a una agencia de viaje separas un vuelo y te acuestas a leer. Esta vez es “Superviviente”. Los números al revés no te parecen un mal augurio. La primera (última página) anuncia que un avión cae, las palabras salen de una caja negra. Estás en la mitad del libro cuando debes tomar el vuelo. Respiras profundo, estás tranquilo. Una vez dentro, el libro toma vida: las ventanas pueden fallar, las latas están un poco oxidadas, el aeropuerto de San Juarkam del Past es el más peligroso del país... Tomas el folleto de salvamento como quien se aferra al flotador bajo el asiento, sudas frío... entonces... extrañas la tierra y los viejos buses. Te robas el folleto cuando el avión aterriza, eso te recordará a no leer Palahniuk antes de entrar al aeropuerto.

Recomendación No 2: Si tienes miedo a volar, no vueles... el miedo se volverá pavor.
Han pasado dos años, otra vez te sientes dueño de la situación. Has leido un libro de Mairal y estás dispuesto a viajar, a aventurarte. Todo va bien hasta que sientes cómo los frenos del avión se despegan, puedes ver las llantas del avión girar, la velocidad hace que te tomes de la silla, por un momento sientes que vas a arrancarla de su lugar. te han dado una ventana justo al lado del tren de aterrizaje. Puedes observar cáda uno de los instantes de despegue: la velocidad en tierra, las llantas sin piso, el amortiguador que descansa, las alas bajam para que el avión gire, una turbulencia, dos, tres.... las manos sudan, los dientes se encajan en la mandíbula, la saliva pasa lento por la garganta... cuatro, cinco... a tu rescate ha llegado la farmacéutica: tomas una pastilla cuyas contraindicacines dicen: "no tomar si se necesita ánimo vigilante", la tragas sin necesidad de agua (no puedes levantar las manos de la silla para pedir un vaso de agua). La pastilla hace efecto, despiertas con una canción suave de Cold Play, seguida de una de Moby. te arreglas el cabello y bajas del avión lento, con una sonrisa... nadie notará lo que pasó, lo que pasará cada vez que tomes un vuelo.

Recomendación No 3: Si vas a morir... muere con los pies en la tierra
Vas a regresar, has leído un mal libro de Faciolince donde se asegura que hay más riesgo en viajar por tierra que por avión. Botas el libro sabiendo que nunca lo vas a acabar, ves las noticias: una piedra descomunal ha caído de la ladera de una montaña aplastando un bus de la empresa en la que pensabas regresar. Ahora debes hacer espacio para un paraguas. Faciolince no te ha convencido, podrías morir aplastado por la piedra, pero antes harás un acto de homenaje a Chuck Jones... antes de ser aplastado abrirás el paraguas sobre tu cabeza e intentarás imitar el rostro del Coyote seguro de que , para ti, sa podría ser una muerte poética.