abril 02, 2008

¿Sabe dónde están sus libros en estos momentos?


Te lo han dicho muchas veces. Un día de estos vas a perder los ojos si lo sigues haciendo. Por momentos creías que era un mantra antiguo conocido solo por los ancianos que se acercaban a tu lado. La verdad es que por más que te lo repitan una y mil veces, lo sigues haciendo: cada vez que puedes lees en los buses. A veces recuerdas hace cuánto la idea de la lectura en los buses está presente. Hace mucho robaste una idea, hiciste un cuento y ganaste algo por eso. Nunca le dijiste a nadie que la idea era robada, así que te la apropiaste y la diste como nacida de tu imaginación. En ese cuento alguien lee en un bus y se le cae la retina sobre las páginas del libro: nunca descubre el final de la historia y, para sorpresa de todos, el hombre quiere saber qué pasó en el texto antes de que lo lleven al hospital. Deciden subirlo a la ambulancia mientras un improvisado lector recita las últimas páginas del texto, a medida que escucha los últimos párrafos del "Golem" de Meyrink, el hombre recuerda cómo su madre le leía para dormir, ahora le leen para morir. Así, en un segundo cinco movimientos se entrechocan: la memoria que viaja al recuerdo, el cuerpo que viaja hacia la muerte, el personaje del Gólem que viaja hacia el despertar del sueño, la ambulancia que se mueve dentro de la ciudad y el mundo entero que se desplaza hacia la literatura.
La literatura como aquello que te transporta. Los libros que siempre salen movidos en las fotos porque se mueven. La biblioteca móvil en tu maleta. Los mundos creados que golpean contra los límtes del libro.
Ya tienes una rutina de lectura clara: a) caminas desde el trabajo hasta un paradero inexistente: una esquina, junto al poste de luz, justo encima de la grieta que avanza hasta llegar a la mitad de la calle, a la izquierda de un viejo embolador de zapatos, a la derecha de una chica que vende dulces (aunque nunca la has visto vender uno) que siempre conversa con una amiga, vendedora de minutos a celular. En ese lugar, justo a las 5 de tarde te buscará quien quiera encontrarte los martes, jueves y viernes. b) esperas la ruta 97 que se coordina con tu llegada en un baile que parece preparado. Sabes que a veces una demora de cinco minutos significa veinte minutos de espera; así que, si por casualidad, alguien te ha detenido en el camino trotas con paso lento las siguientes dos cuadras. Subes al bus y escoges el puesto que quieres. A esta altura las sillas están vacías así que tienes la opción de elegir. Si lo puedes hacer, te sientas al lado izquierdo (el mismo del conductor) en la sexta fila, junto a la ventana. Si ese puesto está ocupado, un poco más atrás, nunca más adelante. c) te sientas abres tu maleta buscas algo para leer y tu lectura arranca junto con el bus. d) lo primero que haces es retomar la lectura, el ruido de la música te dificulta seguir una lectura clara por lo que debes empezar releyendo para poder tomar ese primer impulso, para que los ojos se acostumbren, para que el río de palabras corra. Una vez empieza, no hay quien lo detenga. e) el bus toma una pendiente inclinada. Tus años de práctica leyendo te han enseñado que esa pendiente te hace sentir mal. Así que antes de empezar la pendiente cierras el libro y miras primero a las personas en el bus, después a través de la ventana a la ciudad. A veces no pasas a la segunda acción al descubrir que justo a tu lado se ha sentado alguien con quien podrías jugar todo el trayecto a cruzar miradas desviadas. En uno u otro caso, el resultado es igual: una vez acabas la pendiente vuelves a abrir el libro y sigues leyendo. f) a partir de ahí los cambios hasta la llegada a tu casa no son muy significativos: no hay problemas grandes, sin pendientes, ni choques. g1) bajas y llegas a tu casa, una vez ahí prendes el televisor. No quieres seguir leyendo, lo importante era hacerlo en el bus g2) no bajas, decides acabar de leer el capítulo y tomar otro bus. el bus te deja lejos a tu casa, te bajas perdido pero con una sonrisa en la cara: otra vez se ha cumplido de manera literal la frase de cajón que tanto te repitieron cuando eras niño: la literatura –es cierto, ahora lo sabes- te lleva a lugares inesperados.

1 Comments:

  • At 11:03 a. m., Blogger Mersault said…

    jajaja, muy divertido tu post... algunos no me han dicho retina sino rutina... "mijo, no lea en el bus que se le cae la rutina".. ja pero yo insisto y siempre stoy pendiente del primer bus que pase hacia el no-se-donde...

     

Publicar un comentario

<< Home