septiembre 27, 2007

¿qué me da?, ¿qué os da?, ¿que me-de?: (ho)llin


Hay momentos en que el desplazamiento, no es sinónimo de aventura. Alguna vez Wenders descrestó a un público Deseoso de frases nuevas y publicitarias diciendo su clásico "motion emotion", pero hay momentos en que es necesario observar las construcciones artificiales dejando a un lado la emotividad y pensar... y pensarse en una nueva ciudad. Toda percepción sobre la construcción gigantesca de viviendas aglomeradas, consta de tres momentos: un primero en el que se crean las expectativas, un segundo en el cual está la sorpresa y un tercero en el que todo eso se convierte en recuerdos. Pero ¡Cuidado! la sorpresa no siempre contiene la bondad dentro suyo. Una de las mejores imágenes que pudo obtener mi cabeza de todo el viaje, con la que se abren mis ojos cada vez que me hablan de mi último viaje es la de una mujer arreglada (una de aquellas mujeres que buscan un baño para peinarse luego de ocho horas de viaje y frío, sin ver la belleza de la tez del viajero) dentro de un bus urbano casi a punto convertirse en óxido y en kipple (los cerdos se acercaban presurosos de la mano de Kusturica) filmaba con una cámara digital el paso del transporte por una calle en ruinas. Esa es la ciudad, es esa la imagen que puedo extraer de mi viaje: una ciudad hermosa, pero que siempre está vista afuera, lejos, separada de nuestra percepción por un vidrio empañado y un convertidor de imágenes. No hay otra forma en la que la podamos ver. Estaba esperando un regalo de su parte una visión para toda la vida, una foto para mostrar a mis amigos, una historia interesante que contar... Pero no todas las ciudades dan algo, le rogaba que me otorgara esa imagen, ese paisaje, aquella sonrisa; pero solo me otorgó fragmentos, todos juntados entre sí de manera burda y torpe; la mayoría pegadas con bóxer olido en las calles, con cintas de afiches políticos, y suciedad que mantiene la separación en una aparente unión.
Las calles recorridas se repetían muy rápido, las estaciones siempre llenas, el acento siempre alto, las chicas repetitivamente hermosas y el sol demasiado perfecto. Hay momentos en que creo que soy feliz en la desesperación de notar las cosas como fragmentos, de no mirar las partes sino las uniones, de esperar el momento en que el fragmento que permite la conglomeración se rasgue, empiece a resquebrajarse y termine por romperse; solo hasta ese momento es posible ver las cosas tras ese vidrio; de hablar con alguien directamente, sin medios transmisores; de tocar la arena con los pies, sin que un sitio esté artificialmente construido para ello.

3 Comments:

  • At 1:34 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Ea !!! Rodrigo, seguro no bebiste lo sufiente... o bueno, a mí las ciudades me dan en la medida en que las embriago...


    Un abrazo, y bacán pillarlo por estos lares.

     
  • At 8:28 p. m., Anonymous Anónimo said…

    leyendo otra vez lo tuyo creo que las ciudades ansiadas tienen ese problema... hemos escuchado tantas cosas antes de ellas, que cuando en efecto las pisamos, ya no las podemos descubrir, y por tanto, nos limitamos a comprobar nuestras preconcepciones... creo que metrallo es igual para mí eso que tan bien logras describir: un montón de imágenes y recuerdos fragmentarios, arrumados en un rincón de mi memoria, sin una historia fuerte, sin algo que haya logrado marcar mi historia personal, o cuanto menos la historia de mis ciudades..

    En fin, un saludo. Te cuidas.

     
  • At 11:32 a. m., Blogger Mersault said…

    me recordaste a arreola y el guardagujas... todo está arreglado para que tengas un buen viaje...!!!

     

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