agosto 08, 2007

La sorpresa de un Lobo "no codante"


Cuando pasan ese tipo de cosas, la sorpresa aparece como un límite cada vez más difícil de alcanzar.
Hace mucho, conocí un amigo que en realidad era un lobo, o bueno creía ser un lobo; porque si se lo mirba bien, cada vez parecía algo diferente. Por momentos se convertía en un personaje kafkiano (por medios electrónicos tenía ese vicio de escribir "k." cuando algo en su nombre sonara "/ka/"). Por momentos era un cable a tierra (se debe tener en cuenta que el positivo y el negativo no eran su cabeza y sus pies, sino cada palma de la mano). En otros momentos aparecía como un caminante que estrechaba la mano de un viejo chino de nombre cacofónico (gaotshinkyiang, creo que era), y que buscaba en una segunda persona del singular el camino que las suelas gastadas descubrían con asombro. Después... desapareció... quería convertirse en un lobo diferente. Quizá encontró en las palabras de un congénere (Uno que se hace llamar Antunes) un camino, un lugar donde quedarse... y así... desapareció en la mitad de un desierto. Ahora, la sorpresa: finalmente volvió a aparecer, primero como uno de esos fantasmas de William Gibson; ofrendas vudú que caminaban por la inmensidad de la red buscando un Neuromante al que dejarle mensajes para desaparecer entre ceros y unos y quedar conformado como un código binario parpadeante. De repente una forma de saberse presente, una nueva encarnación aparece. No necesitamos convertirnos en los neohumanos de Houellebecq para darnos cuenta que las personas siempre reaparecen en el momento justo, y que la conversación en un "modo no codante" es la solución; pero si nos convertimos en esos neohumanos entonces Totoptero24 te saluda desde un modo no codante Lobo24. 124.24597.335.795.
pd1) si hay una lectura de Houellebecq de por medio: señor lector, no intente dar click sobre los números, no llevan a ningún lado, aún me siento feliz de no ser neohumano.

1 Comments:

  • At 6:29 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Usted, viejo amigo, sabe que siempre hay que saltarse las bardas para darle vueltas al destino. Este desierto me enseña ahora a ser coyote(ya había que dejar la jauría), a esperar la noche mientras el sol insaciable cede, salir bajo el silencio y ver si alcanzo a cazar palabras. Quizás algunas de ellas las cenemos juntos.
    Espero verlo por acá. Pronto.

    Antes lobo, ahora coyote.

     

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