agosto 15, 2007

Duda que parte de la referencia.



Recuerdas esas palabras que te carcomen el cerebro, leíste que el lenguaje es una herramienta rota. La imagen del martillo quebrado te hace dudar: La herramienta ya está, la utilizas pero nunca sabrás si lo haces adecuadamente. Aparecen una tras otra las letras del abecedario, todas quebradas, solo círculos y barras que están tiradas sobre el piso. Te das cuenta que ni siquiera sabes cuántas letras conoces: en la infancia siempre contabas las ches, las elles, las erres, ahora no sabes si son letras, sonidos, fantasmas. Algunas veces, el escritor nacido en Canciones Tristes, hablaba de sus escritos como "Fantasmas", nada material, solo apariciones raras que flotaban, que formaban parte del polvo que se posa sobre los libros. No estoy seguro si lo escrito llegue a ser parte de esa materialidad que conforman los espectros. Alguna vez Descartes habló de la dualidad entre cuerpo y alma, me pregunto si imaginó un estado intermedio. Si ese estado existe (El limbo vuelve a existir para la religión, ¡porqué no para las palabras!), debe ser lo escrito. Los escritores como brujos célticos, los escritos como humo, las letras como conjuros. Hoy te sientes oscuro y denso, te conviertes en un brujo, decides tomar los conjuros, los lanzas al aire y observas la forma en que caen. Si no lo haces tú, quizá la suerte lo haga. De repente, esas dos barras forman la letra T, un círculo ha dejado su esencia y ahora es claramente una O. Aparecen las letras, las palabras. Miras al cielo y agradeces que la suerte haya dejado caer tus mantras cíclicos de esa forma. Miras tus manos, esas mismas que han hecho volar los signos. Ahora tiemblan. Cierras los ojos viendo las historia por fin bajo tus pies, sabes que no fuiste tú, fue la suerte; pero esperando el consuelo de alguien, te dices "seguramente, ahora algo debo estar haciendo bien".

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