mayo 03, 2010

Transmigración (Kadesh)


Un hombre viejo sale de Kadesh, uno joven de Florencia. Son hermanos y aún no se conocen, caminan con paso lento hacia un destino que los espera en forma de piedra tosca e imperfecta. El joven observa, el viejo es observado. El florentino acaricia su roca, cierra los ojos, imagina al hermano que reconoce sólo a través de las palabras. Lo ve: el anciano recorre las calles con su bastón, inicia una larga caminata hacia la cima de una mole de tierra y malezas, recorre la montaña, sube ayudado por un lazarillo (crea un nombre para el ayudante: Josué). La visión cambia: su pobre hermano casi no puede caminar, en los ojos el cansancio está a punto de explotar, el sudor cae al suelo y moja por unos segundos un camino empedrado que se hace más largo. Es un viaje angustioso y duro, pero su hermano, el anciano tartamudo, continúa en su ascenso hacia un deber que Lo Invisible ha puesto sobre él...
La roca necesita ser pulida: se escucha en toda la ciudad un golpe aterrador, un pájaro sordo es el único que está en la ventana para ver el inicio: cómo el cincel entra en el mármol y le parte el corazón; después es lograr que el deseo se convierta en realidad.
Frenéticamente, los dos hermanos continúan: cincel y sandalias, arte y religión, imagen y palabra, sol, esfuerzo, sudor, cansancio... y Lo Invisible.
El caminante sigue hacia la cima; Josué se detiene; el hombre frente al mármol tiene su trabajo casi hecho: un hombre sentado, con cuernos de luz (desgracia de lo espiritual) y dos grandes losas vacías.
Llega a la cumbre, llora, mira hacia al cielo y ruega, pide a Lo Invisible que dé sus mandatos, clama al ser que nunca ha visto por un poco de ayuda, al mismo que contó designios mientras se quemaba en la eternidad de un árbol incendiado.
El escultor acerca sus ojos y ve la desesperación. Con un cincel pequeño talla los mandatos de Lo Invisible. En el preciso momento en que el buril del escultor cae sobre la piedra, aparecen grabadas unas extrañas letras en las planchas que el viejo ha llevado a la cima. Comienza a leer lentamente: I. Amarás a Dios sobre todas las cosas, II. Bendecirás las fiestas... En total eran cinco leyes en cada una de las losas. Miguel Ángel ve su obra completa y grita, Moisés acaba de leer los mandamientos y grita. El estruendo vibra a través del tiempo y las montañas mágicas, y llega a los oídos de un germano. Toma una hoja y comienza a escribir: I. Su nacimiento fue irregular...