julio 07, 2009

el sueño de Frankenstein


No solo somos lo que vemos, también lo que no podemos ver. Quienes han leído “La tempestad”, lo entienden, dice Próspero (cosa que logró entender bien Peter Greenaway) “Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir.” Por cada gramo de corporeidad, nos corresponde una pequeña porción en el mundo de lo onírico. Es por eso que sentimos revivir cada vez que alguien llama para decir que ayer nos soñó, con ese viejo mantra del “eras tú, pero no eras tú”. Por eso los amigos que se encuentran lejos llaman cuando tienen pesadillas en las que aparece nuestra imagen (hace poco recibí un extraño mensaje desde Madrid), por eso nos recuerdan en algún sueño intentando revivir viejas épocas (hace poco recibí un extraño mensaje desde Texas), por eso nos ratifican que han dejado de soñar con nosotros (hace poco recibí un extraño mensaje desde Pasto), por eso soñamos con aquellos que nos sueñan (hace poco recibí un extraño sueño desde no-sé-donde). Y de todas, la más difícil es saber que alguien ya no te sueña: eso te significa la pérdida absoluta de un terreno en el mundo de los sueños, terreno que (inevitablemente) será ocupado por algún otro soñado. Y es que si somos de la misma sustancia de nuestros sueños, ¿qué somos cuando nos sueñan?: nuestro cuerpo se convierte en una especie de Frankenstein armado de trozos de colores sin razón y de historias sin lógica de algo, sin la lógica de alguien más. Perdemos algo cada vez que nos dejan de soñar, es por eso que un acto loable y de buen gusto es contar el momento en que el otro deja de ser material onírico. Decir simplemente: “Ya no sueño contigo...”, y evitarle que al otro día despierte sintiendo que algo le hace falta, sin saber bien qué es. Cuando lo cuentan, tienes tiempo de despedirte de esa parte que ya sentías tuya y que –imaginabas- nunca se iría, sueñas con ese trozo que se desprende de tu cuerpo y ves bien como esa extraña forma se aleja cada vez más, más lejos, hasta que solo puedes ver que se parece extrañamente a ti, y no la reconoces y solo sabes que está hecho de tu mismo material, tienes la oportunidad de despedirte de ti.